Infierno inmisericorde

Andar con paso ligero, de pies dudosos.

Caminar las banquetas agrietas y lúgubres.

Quisiera dejar vivir al paso del fuego,

darle aire menos triste y más prisa.

Siempre más prisa porque no llego:

¿Pero adónde sin brújula y sin mapa?

Más prisa, los pies se alzan del suelo

y de pronto ya voy por las nubes, 

cruzando polvo, agua y cayendo al sol.

Me salen alas y se incendian al roce caliente.

Se me cae la cara y los pies de nuevo al concreto.

Entonces, la pausa.

Detenerse, esperar.

Las luces se quedan quietas.

Aire caliente me abraza, 

los perros se acercan y me pasan.

La espera, pausado en la esquina, 

con los pies ardiendo como brasas,

peatón culpable de su desgracia.

A prisa, a prisa que truenan los vientos.

Rugen en sus jaulas motores y llantas.

A prisa, a prisa que el rojo no tarda.

Respira el humo, la tarde putrefacta.

Al final,

¿qué caso andar ligero y presuroso? 

¿Por qué y quién y cómo y más porqués

me castigan? 

A prisa, a prisa.

Que debemos seguir llenando los cementerios de peatones.

atardecer en ciudad juarez poetico y patetico

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